Somos curiosos por naturaleza. Si vemos que una gran cantidad de gente rodea alguna zona de la calle, sentimos el impulso de acudir a ver que es lo que ha pasado. Cuando vemos una zona delimitada por unos conos de señalización nos acercamos para ver que hay más allá. Y eso a veces nos pone en peligro, porque cuando algo se delimita o se señaliza habitualmente es porque algo ha ocurrido o porque existe algún riesgo. Pero es superior a nuestras fuerzas, tenemos que acercarnos y mirar.
La curiosidad no es en sí algo malo o perjudicial, de hecho sin no fuéramos curiosos no habríamos descubierto ni inventado la mayoría de las cosas de las que disfrutamos hoy en día. La curiosidad nos empuja a conocer el funcionamiento de las cosas y nos ha llevado a mejorar algunas. Por eso el mero hecho de ser curiosos no es algo que nos perjudique, pero debemos saber utilizar este sentido con responsabilidad.