El origen de los volcanes

Los volcanes han existido siempre en nuestro planeta. Consisten en unas brechas por las que se escapa el calor producido de forma continua en el centro de la Tierra.

 

Una herida abierta en las entrañas de la Tierra

Nuestro planeta  se parece a un alto horno. Gracias al calor producido por la descomposición de los elementos radiactivos de sus rocas, su núcleo arde a más de 5 000 °C. Bajo nuestros pies, la temperatura del suelo aumenta un promedio de 1 °C cada 30 m de profundidad. A nivel del manto superior, a unos 100 km de profundidad, las rocas se funden en determinados puntos para formar el magma; es allí, en general, donde se generan los volcanes, pero su origen puede hallarse a más profundidad, a varios miles de kilómetros de la superficie.

 

El magma, más ligero y más caliente que las rocas que lo rodean, tiene tendencia a ascender hacia la superficie aprovechando las zonas más frágiles de la corteza terrestre. Después, se acumula en unos depósitos gigantescos, las cámaras magmáticas. Cuando la presión del gas disuelto en este magma empieza a ser demasiado fuerte, la corteza se fisura y expulsa una mezcla de gas y de rocas fundidas y solidificadas. Es lo se conoce como erupción.

 

La convección de rocas calientes que se produce en el manto arrastra a las placas litosféricas. Estos movimientos permiten la circulación del calor producido en el núcleo de la Tierra y su evacuación por las chimeneas volcánicas.

 

 Tectónica de placas

 Los volcanes se instalan principalmente a lo largo de los límites de las placas. La capa externa y rígida del globo, la litosfera, está efectivamente dividida en placas que se desplazan muy lentamente gracias a los movimientos de convección que agitan el manto. Cuando dos placas se dirigen la una hacia la otra, una pasa por debajo de la otra elevándola; la placa que queda hundida se recalienta y se fluidifica: se habla entonces de zona de subducción.

 

La litosfera que desaparece en dichas zonas se crea de nuevo en otro lugar, en las zonas de acreción, allí donde dos placas se separan la una de la otra. El valle (llamado rift) que aparece entonces contiene rocas basálticas solidificadas tras el enfriamiento. También puede ocurrir sencillamente que dos placas se deslicen una sobre otra, mecanismo que, por lo general, no provoca ningún efecto volcánico. El vulcanismo en Islandia se debe a la separación de dos placas litosféricas.

 

Volcanes de puntos calientes

 Alrededor del 5 % de los volcanes surgen en medio de una placa litosférica. Estos volcanes, llamados «de puntos calientes», han constituido un misterio durante muchos años. Actualmente se sabe que su origen se halla a más de 3 000 km de profundidad, en la frontera entre el núcleo y el manto. Allí, la materia sobrecalentada atraviesa el manto al tiempo que se descomprime, lo cual provoca su licuefacción. Como si se tratara de un soplete, el penacho formado ataca la litosfera y acaba perforándola; el volcán entra entonces en actividad.

 

Dado que la litosfera sigue desplazándose mientras el penacho permanece inmóvil, el volcán deja de encontrarse en la vertical de este último y acaba apagándose, mientras que otro volcán aparece de forma perpendicular al punto caliente.

 

Planeta activo

Actualmente se calcula que nuestro planeta cuenta con más de 1 500 volcanes activos, es decir, susceptibles de entrar en erupción en cualquier momento. A lo largo del siglo XX, más de 400 volcanes distintos experimentaron al menos una erupción.

 

Sin embargo, estas cifras son relativas, puesto que a menudo es difícil trazar los límites de cada aparato volcánico, cada uno de los cuales puede incluir varios conos eruptivos. Por otro lado, no se tienen en cuenta las decenas de miles de volcanes que jalonan los rifts submarinos y que no se conocen.

 

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