En un relato enviado al periódico New York Times, la novelista y hermana de Steve Jobs, Mona Simpson, habla sobre los últimos momentos en vida de Jobs, sobre cómo se despidió de su familia.
“El martes por la mañana me llamó pidiéndome que me dé prisa para llegar a Palo Alto. Su tono era cariñoso, amable, encantador, pero como el de alguien cuyo equipaje ya fue subido al vehículo, que ya se encontraba al principio de su viaje, pese a sentir lástima, una verdadera lástima por dejarnos”, afirmó Mona.
”Comenzó a despedirse y lo detuve. He dicho ‘Espera. Ahora voy. Estoy en un taxi hacia el aeropuerto. Estaré allí”.
“Te lo digo ahora porque temo de que no llegarás a tiempo, cariño”, dijo Jobs, según la novelista.
Cuando ella llegó, Steve y su esposa Laurene estaban “bromeando como unos compañeros que habían vivido y trabajado juntos todos los días de sus vidas. Miró a los ojos de sus hijos con mucha dificultad para apartar su mirada”.
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“Luego, tras un rato, estaba claro que ya no se despertará para estar con nosotros. Su respiración cambió. Se hizo grave, deliberada, decisiva. Pude sentir cómo contaba sus pasos nuevamente, con más gravedad que antes”.
“Esto es lo que aprendí: también trabajaba en esto. A Steve no le sucedió la muerte, sino que él la consiguió”, dijo Simpson.
“Cuando se despidió y me dijo que lo lamentaba, me dijo lo mucho que lamentaba no poder envejecer juntos como siempre había planeado, y que se marcharía a un lugar mejor”.
El doctor le dijo a Jobs que tenía una probabilidad de 50/50 de morir durante la noche. Lo hizo, con Laurene sentada a su lado en la cama.
“Incluso ahora, era muy guapo, tenía un rostro muy bello, el perfil de un absolutista, un romántico. Su aliento indicaba un arduo camino, una ruta muy escarpada, a gran altitud”, dijo Mona.
“Antes de embarcar, miró a su hermana Patty, luego durante un largo rato a sus hijos, y luego a su pareja, Laurene, y luego paso con la mirada sobre sus hombros. Las últimas palabras de Steve fueron:
“Oh, wow, oh, wow, oh, wow”.