Los volcanes constituyen un peligro de muerte permanente para miles de habitantes del planeta. Un peligro con múltiples expresiones, como pueden ser los gases tóxicos o las coladas de lodo.
El agua devastadora.
La tragedia que devastó la ciudad colombiana de Armero el 13 de noviembre de 1985 recordó trágicamente al mundo entero que el fuego no era el único factor mortal durante una erupción. Al igual que otros muchos volcanes, el Nevado del Ruiz, de 5 389 m de altitud, está cubierto de glaciares. El calor de la erupción transformó estos glaciares en torrentes de agua, y más tarde de lodo, que inundaron la ciudad y sus habitantes.
El balance de la catástrofe se elevó a 22 000 muertos y desaparecidos. Otros tipos de volcanes también pueden producir torrentes de lodo: aquellos, por ejemplo, cuyo cráter alberga un lago. Así fue como la antigua capital de Guatemala, Antigua, quedó destruida en el siglo XVII. Del mismo modo, durante la estación lluviosa, en las regiones cálidas y húmedas se puede presenciar la aparición de torrentes de lodo en los años siguientes a una erupción que haya producido depósitos importantes de ceniza.
En Japón, uno de los países pioneros en cuanto a la prevención de catástrofes volcánicas, las laderas del Usu fueron equipadas con presas y diversos sistemas de filtración destinados a controlar los torrentes de lodo susceptibles de desfilar por las laderas cubiertas de ceniza tras las erupciones de 1977-1978.
Por último, las erupciones especialmente violentas pueden provocar maremotos devastadores. En 1883, la erupción que pulverizó la isla de Krakatoa proyectó tal cantidad de materia al agua que las castas de Java y Sumatra quedaron sumergidas bajo un enorme maremoto que arrasó 155 pueblos y provocó la muerte de 36 000 personas.
La ciudad de Armero (Colombia), a 130 km de Bogotá, quedó sumergida bajo las coladas de lodo provocadas por la erupción del volcán Nevado del Ruiz, que llevaba demudo desde 1840.
Gas mortal
En ocasiones, los cráteres de los volcanes se llenan de agua de lluvia, formando lagos que disuelven permanentemente las emanaciones de azufre, de dióxido de carbono y cloro expulsadas por el magma subyacente.
Así, el Kawah Idjen, en Indonesia, alberga un lago lleno de ácido sulfúrico y clorhídrico. Aparte del peligro intrínseco de la presencia de tal cantidad de ácido, estos lagos de cráter pueden liberar enormes cantidades de gas tóxico. En efecto, cuando los gases alcanzan su límite de solubilidad, la menor estabilidad provoca una desgasificación masiva. En 1976, una enorme burbuja de gían sulfuroso reventó la superficie del Kawah ldjen y mató a once trabajadores que recolectaban azufre. El 21 de agosto de 1986, una capa de gas carbónico escapó del lago Nyos, en el noroeste de Camerún, y asfixió a 1 746 personas y a más de 3 000 reses bovinas.
La nube de gas que emanó del lago Nyos (Camerún) el 21 de agosto de 1986 afectó a los rebaños de los alrededores Más de 3 000 reses bovinas murieron asfixiadas por el dióxido de carbono.
La modificación del clima
La liberación de grandes cantidades de polvo volcánico a la atmósfera puede tener consecuencias en el clima mundial. En 1982, la erupción del volcán El Chichón, en México, propulsó hacia la estratosfera 20 millones de toneladas de polvo y enormes cantidades de gas sulfuroso.
Se cree que esta nube pudo llegar a interceptar entre el 2 y el 3 % de los rayos solares durante tres años, lo cual provocó un descenso global de la temperatura del orden de 1 °C, Dicha nube fue la responsable de los récords de frío que se registraron en Estados Unidos durante el invierno de 1983 1984 y en el continente europeo al año siguiente.
Amenaza aérea
En junio de 1982, un Boeing de la compañía British Airways sobrevolaba Java a 12 300 m de altitud cuando sus reactores dejaron de funcionar, debido a la erupción del Galunggung, que expulsó toneladas de polvo volcánico hacia la alta atmósfera. Un aterrizaje forzoso permitió salvar a todos los ocupantes. Hoy en día, los aviones evitan este tipo de erupciones.